Recuerdo en la final
de un torneo de golf, en la que jugué junto a mi padre, ese día pude llegar hasta ese punto, donde entre en mi
propio mundo, lo único que escuchaba era mi propia voz, todo lo que había a mi alrededor
no lo sentía. La concentración que tenia
era tan profunda, que nadie ni nada, me podía sacar de lo que estaba haciendo,
mis habilidades en ese momento habían mejorado, lo único que hacia era jugar al
golf y nada mas. Cada vez que pasaba el tiempo por dentro era “todo es posible.”
En el trascurso de las casi 6 horas que duro la final del
torneo, también sentí nervios.
Al finalizar a los pocos minutos me empezó a doler la cabeza
y más tarde me enferme pero estaba feliz, porque habia ganado el torneo y donde mi concentración se lucío.
Con esta experiencia puedo decir que la concentración no tiene
medida.
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